martes, 31 de mayo de 2022

Alaska

Hoy he encendido el ordenador sin tener muy claro qué es lo que quería hacer. Al encenderse la pantalla, ha aparecido una imagen que me ha hecho pensar. No es nada del otro mundo, era un paisaje maravilloso, un pueblito diminuto completamente nevado, al rededor de un lago congelado, en medio del bosque de mis sueños. Un rinconcito de este mundo loco y maravilloso en el que vivimos. 
Al mirar la imagen me he dado cuenta de que amaría vivir en un lugar como ese. 
Tuve la misma sensación cuando leí un libro de los que, a día de hoy, puedo afirmar que forma parte de mis favoritos. "El día de dejó de nevar en Alaska" de Alice Kellen, una autora que me fascina. 
Ese libro maravilloso, que no solo me enamoró por su historia, si no por el lugar increíble que describe.
Sé que muchos pensarán que querer vivir en Alaska es una locura, y yo debo admitir que no sé si sería capaz de vivir allí toda la vida, pero si sería un sueño poder pasar una temporada respirando ese aire tan frío y tan puro. 
Hoy soy consciente de que no necesitaría mucho más en la vida, una casita acogedora, calentita, con enormes ventanales a través de los cuales poder ver el amanecer entre los imponentes árboles congelados. Yo no quiero un pisito en la playa para poder ir de vacaciones, quiero una casita en un pueblo pequeñito, en un bosque infinito, con gente cercana y una cafetería en la que poder tomarme algo calentito, trabajar con mi ordenador en cualquier locura que se me ocurra y disfrutar de las vistas. 
Ni más, ni menos. 

Un tesoro de color esmeralda

Estoy agotada. Es imposible parar aquí y es algo que me encanta. Cada día van mejor las cosas, todo lo que me rodea es bueno y la sensación de plenitud es incluso abrumadora.

Las cenas, las risas, los paseos, las conversaciones... La música sonando a todo volumen constantemente. Esto es pura magia. Qué bonita puede llegar a ser la vida a veces.

Hoy estoy especialmente emocionada, pero no hay un porqué. Tengo los cinco sentidos puestos en disfrutar cada día como si fuera el último y está funcionando. Tanto que podría llorar de felicidad. Y ahora me doy cuenta de que, si lo hiciera, probablemente sería de las únicas veces que he llorado por ser realmente feliz. 

El destino ha superado mis expectativas y, aunque sé que no siempre será así, por ahora solo puedo darle gracias a la vida por poner este regalo en mi camino. Hay tesoros que no son de oro, éste brilla entre los tonos verdes del valle y los azules del mar. 

No existe el silencio aquí, el viento, los árboles, el agua, los pájaros, las olas... Es la mejor banda sonora que he escuchado nunca. 

¿Es posible que haya encontrado mi sitio? 

No lo sé. Lo que si sé es que siempre llevaré este rincón del mundo tatuado en el alma. 

Gracias, vida... Por todo.

viernes, 27 de mayo de 2022

El principio de una nueva vida

Quién me iba a decir a mi que hoy estaría aquí. Sentada en el salón de la que lleva siendo mi casa poco más de cuatro días, escribiendo en el sillón, con mi música favorita de fondo mezclada con el viento y el canto de los pájaros.

Amanezco en un lugar en el que siempre  hay alguien dándome los buenos días con una sonrisa, compartiendo momentos con gente que consiguió conquistarme en menos de diez minutos, desayunando al aire libre, con la montaña de frente y el valle tras de mí, y trabajando en uno de los que, estoy segura, será de mis lugares favoritos en el mundo.

He recibido la noticia de que en unos meses el paisaje será completamente diferente. Quizás no tan desconocido como lo era éste, pero con las mismas condiciones: sola. 

Y no puedo ser más feliz.

A veces me asusta esta sensación. Creo que estoy transitando uno de los momentos más felices de mi vida y le agradezco al universo por darme algo tan grande y tan bonito como esto. De pronto mi mundo ha dado un giro de 360 grados y hoy me doy cuenta de que era justo eso lo que necesitaba. 

Me da vértigo, por supuesto. No sé dónde llegaré ni qué me esperará después, pero que venga lo que tenga que venir. Mientras tanto me quedo con esta sensación. 


No se quiere por querer.

 Puede que me precipitara. Tal vez salté al vacío antes de tiempo, movida por la imperiosa sensación de "querer".

Tan pronto me descubrí capaz de volver a sentir, asumí el papel del amor y quise creer. Pero no se quiere por querer, se quiere por poder. Y no pudiste. Ni yo tampoco. 

Vencer al miedo da alas, da fuerza, da coraje. Y yo me vi sobrevolando las nubes, venciendo a Goliat y enfrentándome a dragones.

Pero no tengo alas, ni poderes mágicos, ni espada. Y cuando tus pies tocan el suelo después de saltar, vuelves a la tierra, sin gigantes ni criaturas. La realidad te da de bruces y recuerdas que la imaginación y las emociones juegan malas pasadas.

No dejemos de disfrutar esas sensaciones que nos provoca el amar, pero recordemos siempre que en la vida real no hay príncipes ni princesas. 

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