Recuerdo el sonido del viento moviendo las hojas de aquellos árboles que, ahora, están caídos. Recuerdo el susurro del silencio en medio de esa nada en la que todo perdía y recobraba su sentido, y recuerdo la fuerza del suspiro de un alma caduca que lucha por seguir aferrada a ese momento, a esa historia, a esa vida. Y ahora los bosques están vacíos, las hojas cubren el suelo. El manto verde de esas pequeñas y sutiles guerreras que luchan en contra del invierno inspira fuerza. Y frío.
Y los huesos son de hielo, y la piel no es piel, sino escarcha.
Pero el tiempo pasa y el sol despierta de su descanso. Y la nieve se convierte en lágrimas, que brotan por la pérdida de la vida y la cruel espera hasta el próximo diciembre. Y el verde es más fuerte, y las hojas vuelven a su ser, poderosas y aferradas de nuevo al mundo que las ve crecer.
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