martes, 26 de enero de 2016

Y entonces te vi.

No era la primera vez, de eso estoy segura. En el mismo lugar, a la misma hora, los mismos días, y no sé porqué no destacaste entonces. Desde arriba, con la compañía de mi banda sonora, veía la puerta. Joder, tú siempre has estado ahí delante y no he sido capaz de percatarme de tu presencia, hasta que lo hice, por supuesto.
Me desprendí de uno de los cascos para escuchar el saludo del profesor cuando pude visualizar la puerta al pasar la esquina. ¿Con quién estaría hablando? Cada día daba una charla diferente a alguien diferente. No sé de dónde sacaba los temas de conversación, pero era imposible aburrirse con ese hombre. Llegué a la puerta y pude escuchar un par de frases. ¿Fútbol? Venga ya, a ver que coño digo yo ahora para no parecer borde y sin meter la pata. Sé lo mismo de fútbol que de matemáticas, lo básico, vaya. 
Y fue ahí. Te giraste para ver a quién saludaba el plasta del profesor y entonces te vi. ¿De verdad habías estado allí antes? Ah si, todos los días, pero iba demasiado metida en mí misma como para percatarme de que estabas.  
Ojito, Moreno, mira que eres guapo. 
No sé ni cómo ni porqué pero juro que noté como se ponían todos mis sentidos alerta. Qué voz... Vale, admito que cabe la posibilidad de que su voz no sea nada del otro mundo, pero yo no pensaba de forma racional, ¿para qué me iba a servir usar la lógica y el raciocinio si apenas te iba a ver cinco minutos? Las hormonas, imagino. 
- Tú de fútbol no... ¿No? -Gracias por dejarme tan mal, profesor. 
- ¿Yo? No mucho, la verdad... -Un momentito, ¿te estás poniendo roja? Te arde la cara, perra. 
Entonces se me queda mirando unos segundos, y de pronto empieza a observarme de forma intermitente, como si le diera miedo encontrarse con mi mirada, como si le estuviera intimidando... Tía, contrólate, te lo estás comiendo con los ojos. Tiene que estar acojonado. 
Un leve cruce de miradas y tengo que entrar a clase, pero me giro para ver cómo te marchas. ¿Por qué? No siento nada, nada especial al menos, pero necesito girarme. 
Al siguiente día de clase ya iba preparada, y ahí estabas. Me siento tan imbécil, llevas ahí mismo meses y yo tan pancha. Esta vez estaban hablando de copiar en los exámenes, y de eso, aunque suene absurdo, tampoco controlo demasiado. Habré copiado tres o cuatro veces en mi vida. No soy capaz de hacerme una chueta, es como si llevara en la cabeza un cartelito luminoso y musical en el que pone "ESTOY COPIANDO, SUSPÉNDEME".  
Me limité a reírme de los comentarios que hacían. Qué pringada, joder. Espera. Espera, espera, espera que me está mirando a mi. ¿A mi? Mierda, sí que me está mirando a mi. A saber que han dicho, y yo sigo sonriendo como una idiota, creo que estoy haciendo el ridículo. Me mira y se ríe, pero prefiero seguir haciendo como si nada, si se está riendo de mi no quiero saberlo. Sigue la conversación de manera natural, así que imagino que no era yo el centro de la gracia. Llegan los demás y tengo que entrar, y cuando me voy a girar para ver cómo te alejas resulta que tú también me estás mirando."Adiós, Moreno". Mis pensamientos hicieron que me sonrojara, pero él ya se había marchado. 

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