viernes, 22 de enero de 2016

Just keep trying.

"Solo sigue intentándolo".
Lo sé, parece la típica frase que te sale en las pegatinas de las bolsas de chuches, esas que tienen una cosa plateada que tienes que rascar para ver si te toca un premio que, cuando toca, resulta que es un chicle asqueroso.
Parece una chorrada pero esa frase es una de las más importantes que yo jamás he pronunciado o escuchado. Todos deberíamos tener una vocecilla en la cabeza que nos recordara lo importante que es seguir luchando cuando ya no podemos más, porque rendirse es muy fácil y, a veces, nos vendemos a lo sencillo.
Siempre he creído que los momentos de flaqueza son esos que te hacen crecer y aprender. Si sabemos valorar lo bueno es gracias a esos momentos en los que rendirse y tirar la toalla parece muy apetecible. Es como si llevas a dieta tres meses y te dan a elegir entre un pastel de chocolate y una manzana. Si alguien en este mundo preferiría la manzana, por favor, que lo consulte con su médico de cabecera porque no es comprensible. Sin embargo ahí esta la opción correcta, la difícil. Resistir la tentación, y el problema es que en muchos casos la tentación no es un pastel, la tentación es hundirse ante momentos jodidos, es dejarse caer en ese pozo profundo que aparece en nuestro camino y que es prácticamente imposible de bordear. Y he dicho prácticamente. Tantear los pasos milímetro a milímetro asegurándote de pisar bien para no caer, para no dejarte llevar al vacío. Y, ¿por qué elegiríamos el vacío? Parece absurdo, ¿verdad? Pues no lo es.
Todos nos hemos dejado caer en algún momento sin ser conscientes y, una vez que estas abajo, si sales ya sabes qué es lo que te espera, por eso es el camino fácil. A veces preferimos saltar y aguantar el trago del dolor conocido, que seguir adelante en un camino desconocido en el que, probablemente, aparezcan cientos de pozos igual de oscuros y profundos, o más si cabe. "Más vale lo malo por conocido que lo bueno por conocer", eso dicen, ¿no? Pues no, para nada.
Este es un error que el ser humano comete de manera casi constante. Preferimos volver a vivir un mal sentimiento por el hecho de que ya sabemos lo hay, antes que tirar para delante por miedo a lo que podamos encontrar.
No quiero ser falsa, es posible que sigas adelante y te encuentres con algo peor, pero de lo que si estoy segura es que, después de la tormenta, siempre llega la calma. Siempre. Y que es a eso a lo que tenemos que aferrarnos en esos momentos, a ese haz de esperanza que nos dice "Continúa, llegará lo bueno, seguro". Qué poco caso hacemos a veces a nuestra cabeza, coño.
Me he rendido, eso es así. Alguna vez he decidido caer, pero siempre consigo salir. No puedo prometer que jamás volveré a rendirme, sería mentir descaradamente, pero si puedo prometer que jamás dejaré de luchar, que seguiré intentando continuar mirando al frente, cueste lo que cueste. Al fin y al cabo, eso es vivir, caminar por un lugar en el que el suelo bajo tus pies es cambiante y doloroso, pero a través del cual alcanzas todas esas metas que te propones. Yo creo que merece la pena, siempre lo que creído.
¿Rendirse? No, esa palabra ya no me define. Llevo mucho tiempo sin caer, tropezándome a cada paso pero consiguiendo mantener la marcha. Eso no es para mi, al menos por ahora.
Nada va impedir que cumpla todo aquello que me proponga, no pienso consentir que eso pase.
Pienso seguir intentándolo.



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