viernes, 11 de diciembre de 2015

Se me pasará.

Estos últimos días han sido totalmente desesperantes. De pronto la inmensidad del mundo se me ha venido encima y me ha superado hasta el punto de hacerme olvidar todo lo que soy y todo lo que valgo.
Cualquiera que lea esto puede pensar que sólo soy una cría que se limita a quejarse y que no sabe lo que son los problemas reales. Pero no es verdad. No soy una cría y mi vida no es fácil.
Desde que soy una enana vivo con cargas que más de una persona ha reconocido no ser capaz de soportar, y a pesar de ello siempre voy con una sonrisa, siempre afronto los problemas de la mejor manera y siempre intento quedarme con lo bueno, pero a veces necesitamos bajar la guardia y dejar que nos venza el miedo y el dolor. Siempre he dicho que no se puede saborear una victoria si no sabes lo que es una derrota, y considero que una persona gana cuando, tras perder cientos de veces, sigue luchando. Ganar sin más no es ganar, no podemos adjudicarnos un mérito que, directamente, no tiene mérito.
Pocas veces he ganado, pero las que lo he echo me han dejado muy buen sabor de boca.
He ganado con mi familia, con mis amigas, con mi forma de ver las cosas, con mi carácter, con todas las cosas que he conseguido por mi misma, con lo bueno que doy a quienes quieren recibirlo.
Pero estas dos ultimas semanas han sido una derrota, una de las gordas. Estas semanas he necesitado atención, y suena ridículo pero es cierto. He necesitado que se me hiciera caso, que alguien me abrazara fuerte y me dijera que los malos momentos se van tal cual llegan, que pasan. Necesitaba que me recordaran que no estaba sola y que yo también soy importante pero, como siempre, he permanecido en un segundo plano. He llorado por las noches en bajito para no molestar, me he despertado miles de veces cada madrugada, sobresaltada... Y al volver a dormir de nuevo tenía lágrimas en los ojos. Pero la vida sigue. Y aquí sigo yo, afrontando sola las cosas malas de la vida y celebrando del mismo modo las buenas. Y es que la distancia se hace dura en este tipo de situaciones. Necesito a mis amigas abrazándome y diciéndome lo importante que soy para ellas, porque yo adoro decírselo cuando lo necesitan, pero están muy lejos para hacerlo. Necesito a mi madre y que me diga sin cansarse lo orgullosa que está de mi aunque yo me sienta inútil y fracasada, pero tengo que conformarme con verla los pocos días que voy por allí.
No me arrepiento de haber cambiado el rumbo de mi vida de forma tan brusca, pero si de que ese cambio no incluya a todas las personas que me importan.
Porque eso es lo verdaderamente difícil de la vida, que los caminos se separan, que cada alma toma su rumbo y que, por desgracia, tiene que ser así.
Solo es un bajón, es algo normal, a todos nos pasa, así que no os preocupéis.
Se me pasará.

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