La adolescencia está vista como una etapa absurda en la que no sabes lo que quieres, lo que no, lo que te gusta y lo que te deja de gustar. Una etapa de rebeldía, de contracorriente. Todo el mundo trata a los adolescentes como estúpidos niñatos que no tienen dos dedos de frente y que necesitan madurar, pero son esas mismas personas las que nos obligan a tomar las decisiones más importantes en esta etapa de la vida.
Se supone que los adolescentes somos aún seres inmaduros y bipolares, nos afecta todo diez veces más que al resto de personas, perdemos la concentración y la paciencia con facilidad y no sabemos apreciar las verdaderas cosas buenas de la vida, pero, a pesar de todo esto, tenemos que elegir nuestro futuro con conciencia y sabiduría, tenemos que afrontar los golpes de la vida como lecciones dolorosas, tragar con lo malo y seguir adelante como todos los demás. ¿No resulta todo muy contradictorio?
Si no soy lo suficientemente madura como para escuchar una conversación de mis padres y opinar sobre lo que sea que estén hablando, o para tener mi propio punto de vista y mis propios ideales, ¿por qué tengo que serlo a la hora de elegir mi destino rellenando una inscripción universitaria o una petición de plaza en algún grado superior?, ¿por qué tengo que saber qué decisiones son las correctas en cada momento?
Nadie nos toma en serio, pero si cometemos un error se nos echan encima. ¿No puedo permitirme fallar? Según lo que la gente opina de los adolescentes no tengo la capacidad de hacer todo bien, y mucho menos de saber valorarlo.
Pues bien, ¿sabéis una cosa? Somos capaces de valorar la auténtica de belleza, podemos tomar nuestras propias decisiones, podemos equivocarnos y levantarnos solitos, podemos tener nuestras propias ideas porque somos capaces de pensar, sabemos asimilar la información que nos ofrece el mundo a diario, almacenarla, elegir lo que nos gusta y lo que no, lo que creemos que es mejor. Si, lo que CREEMOS, porque todo el mundo CREE que su opinión es la mejor PARA SÍ MISMO. No nos creemos con el don de la verdad absoluta pero tenemos voz y voto, opinión, valores y derechos. No somos menos lógicos por ser adolescentes, aunque puede que si más efusivos. Si hablamos de religión, de política, o de cualquier tipo de tema en el que nuestra opinión resulte distinta a la de los adultos es porque es lo que nosotros pensamos y sentimos, no por llevar la contraria.
Así que quiero pedir que se nos respete el hablar si lo hacemos, al tomar decisiones equivocadas, al querer formar parte del mundo que nos rodea y al formar nuestra propia opinión sobre la vida.
Porque si buscas "adolescencia" en la RAE, no aparece la definición que la sociedad ha decidido dar a esa palabra, aparece algo tan simple como: "Periodo de la vida humana que sigue a la niñez y precede a la juventud".
Porque soy adolescente, y eso sólo significa una cosa: ADOLESCENTE, que no niñata.
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