Y ahí estás tu, con tu pelo rizado y alocado, con tu chaqueta azul. Con la bondad de tu rostro y la labia que desprende tu postura, con tu dulzura y tu forma de caminar.
Y de nuevo me encuentro sentada en el bus, a un metro de distancia, contigo pero sin ti. Y mientras que mis ojos se empapan de ti sin que tú lo percibas, me repito a mi misma que éste no es el camino apropiado, que no me ves, que no sirve de nada. "Apártalo, no es bueno para ti, eres invisible ¿recuerdas?", pero hago caso omiso a mi conciencia y continúo mirándote de reojo, adorando la forma tan dulce que tienes de jugar con tu pelo, olvidando por unos instantes a quien aún hoy me hace sufrir y dándome cuenta de que, poco a poco, voy sufriendo menos por aquél que no merece mi dolor, que nunca lo ha merecido.
Escasos diez minutos y le doy al dichoso botón. "Parada solicitada" en rojo brillante, y cruzas tu mirada con la mía, pero es indiferente, mera curiosidad, creo.
Me levanto, guardo el equilibrio y cuando el bus se para me bajo y comienzo a caminar. Arranca el motor del transporte y te busco detrás del cristal, ¿eso ha sido una mirada?, ¿me mirabas a mi?
Qué más dará, sigo siendo transparente.
Y cuando el bus se aleja me saco de la cabeza lo guapo que es, vuelvo a la realidad y continúo mi camino.
Qué bonito es soñar, ¿verdad?
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